Moriscos:¿una identidad perdida?

Escena de la expulsión de los moriscos
La expulsión de los moriscos de Gabriel Puig de Roda
La expulsión de los moriscos de Gabriel Puig de Roda

«—En el año 1992 el parlamento español aprobó la propuesta de ley que le concedía a los judíos sefardíes expulsados de España en el año 1492 el derecho a volver a ella y de disfrutar de la nacionalidad española.

—¿Y los moriscos?

—¿Y los moriscos qué?»

Pag 114. La fortaleza de polvo.

El reconocimiento de una nacionalidad por ley

Aunque la Ley 12/2015, de 24 de junio, en materia de concesión de la nacionalidad española a los sefardíes originarios de España no se aprobó en 1992 como se dice en la novela, sino en el año 2015, su contenido es el mismo. En ella se establecieron una serie de mecanismos y requisitos mediante los cuales los judíos sefardíes descendientes de aquellos que fueron expulsados en 1492 podrían solicitar la nacionalidad española sin perder, además, la nacionalidad que ostentaban previamente.

No nos equivoquemos, el procedimiento no es ni sencillo, ni barato. Hoy en día, a pocos meses de que se agote la vigencia de la ley, algunos medios hablan de absoluto fracaso ante las cifras de sefardíes que han conseguido la nacionalidad, que no llegan a los 4.000. Quedan otros 5.682 expedientes en trámite. Además de ellos, 4.522 sefardíes adquirieron la nacionalidad española bajo el amparo de dos decretos de 2015 y 2016, ya que no les exigían los mismos requisitos y pruebas que la Ley 12/2015.

Si para los sefardíes es complicado conseguir la nacionalidad española y obtener el reconocimiento de sus derechos, para los moriscos es imposible. Incluso la primera ley destinada a otorgarle la nacionalidad española a «antiguos protegidos españoles o descendientes de éstos y, en general, a los individuos pertenecientes a familias de origen español que en alguna ocasión han sido inscritas en registros españoles y estos elementos hispanos, con sentimientos arraigados de amor a España, por desconocimiento de la ley y por otras causas ajenas a su voluntad de ser españoles, no han logrado obtener nuestra nacionalidad» estaba destinado exclusivamente a los sefardíes, incluso aunque no se les mencionara explícitamente en el Real Decreto del 20 de diciembre de 1924, ley de la que proviene este extracto. 

Pero ¿por qué? ¿Qué motivo hay para negarles siquiera la posibilidad?

Los ministerios de Justicia y de Asuntos Exteriores arguyeron en su momento que los moriscos habían perdido cualquier vínculo cultural y lingüístico con España, mientras que los sefardíes habían mantenido rasgos que los diferenciaban de los demás y los anclaban a España. La realidad es otra.

Los moriscos son plenamente consciente de sus raíces y así lo han plasmado durante años en las ciudades donde fundaron barrios como Al-Ayun.

Lo cierto es que los descendientes de moriscos son, en su gran mayoría, plenamente conscientes de sus raíces. Familias enteras de Rabat, Fez o Tánger conservan las tradiciones musicales, culinarias y arquitectónicas de la tierra que dejaron y saben más de España que sus compatriotas sefardíes en Estambul o Nueva York. Los moriscos construyeron barrios enteros de ciudades como Tetuán, donde fundaron el barrio de Al-Ayun, y pueblos como Testour (Túnez), donde se siguió hablando castellano durante 150 años. En la Gran Mezquita del pueblo, construida en 1630, hay un reloj ubicado entre dos torres octogonales; este reloj tiene los números colocados de espaldas, expresando el deseo de los fundadores de hacer retroceder el tiempo y volver a las épocas felices en que vivían en Al-Ándalus. Además, en el lado oriental hay dos Estrellas de David como símbolo de la convivencia entre musulmanes y judíos, pues a Testour también fueron a parar muchos sefardíes.

Si hubiera voluntad política, los descendientes de los moriscos estarían tan en condiciones de probar que lo son como los de los sefardíes y podrían cumplir todos los requisitos que exige la Ley 12/2015. Para los miles de De Molina (la familia morisca protagonista de La fortaleza de polvo) en busca de su identidad impregnada de Al-Ándalus, de esa tierra de la que fueron expulsados, sería un gran alivio verse reconocidos a nivel institucional, que alguien admitiera públicamente que su expulsión fue un error tan grave como la de los judíos.

Entonces, ¿los moriscos qué?

«Cuando las fuerzas coloniales españolas llegaron a Tetuán en la segunda mitad del siglo XIX las tropas se sorprendieron porque los habitantes hablaban en castellano antiguo. Al principio pensaron que habían aprendido algunas palabras extranjeras para adularles. Aun así, comprendieron con el paso de los días que la lengua materna de los habitantes era el castellano, aunque era la lengua del siglo xvi. Cuando se dirigieron a los líderes para preguntarles sobre el asunto no hallaron respuesta. Y cuando se dirigieron a los líderes para preguntarles, la respuesta fue tajante: «El castellano es nuestra lengua porque somos andalusíes. ¿Recordáis la expulsión de los moriscos en 1609? Los moriscos somos nosotros. Aquí vivimos desde aquel día y no conocemos otra lengua».»

Pag 167. La fortaleza de polvo.

Sobre la sangre árabe, Abderramán III y un legado oscurecido.

Moros y cristianos, culturas y religiones en la España actual


«Escucha, Miguel.
Entre la fecha de la entrada y la de la deportación se alzaron reinos y cayeron reinos, todos convivieron un tiempo y lucharon otro. Se cortaron cabezas, se desperdició sangre a veces y nos casamos y mezclamos nuestra sangre en otras ocasiones.».

De los papeles de Juan de Molina,
Tetuan 1612
73, La fortaleza de polvo

Escucha, escucha y no lo olvides, porque esta es la verdad de la historia.

Hace trece siglos la península ibérica fue invadida una vez más. En esta ocasión, los ejércitos provenían del norte de África y eran liderados por un grupo de hombres cuyo origen se encontraba aún más lejos, al este, en otra península en la que había nacido una nueva religión un siglo atrás.

Pero no eran los primeros. Los fenicios y sus descendientes los cartaginenses llegaron a nuestras costas y dominaron la mitad de la península durante más de tres siglos. Los romanos los vencieron y expandieron su territorio, gobernando Hispania seis siglos. Entonces Roma cayó y los bárbaros ocuparon su lugar. Los visigodos instauraron un reino que duró doscientos años y que terminó con la llegada de un nuevo invasor que no sería el último.



«Por encima de todo eso, Miguel, piensa como yo lo hago: ¿Hasta qué punto pertenecemos a los primeros árabes o los primeros bereberes? ¿Quién podría definir ahora qué sangre corre por nuestras venas? ¿Oyes la lengua en la que te hablo? Es el castellano. ¿Ves las costumbres y las tradiciones que sigo? Son las costumbres de la tierra en la que nacimos.».

De los papeles de Juan de Molina,
Tetuan 1609
72, La fortaleza de polvo

781 años dan para mucho. Dan para que surjan y caigan reinos varias veces. Dan para que los invasores se unan, mezclen y fusionen con los invadidos una y otra vez, hasta que no se distinga el límite entre uno y otro. Dan para que se adopten nuevos idiomas y religiones, se construyan grandes palacios, castillos y templos que quedarán para la posteridad y se escriban varias grandes obras de la literatura.

En resumen, 781 años dan para conformar un legado cultural y una identidad que trascenderá épocas y que nos marca todavía hoy.

Sin embargo, debido a la historia reciente de nuestro país, los españoles no sentimos como nuestra la época musulmana. La sentimos extranjera, extraña. Un ejército que vino, nos dominó durante unos años y luego se marchó sin dejar prácticamente rastro. Porque nosotros somos descendientes de los visigodos, aunque estos fueran tan invasores como los árabes y supusieran el 5% de la población de Hispania. Porque somos hispanos, cartaginenses o celtas, pero nunca árabes, no podemos serlo. Tampoco lo éramos, éramos andalusíes.


«No eran árabes puros. No eran castellanos puros. Eran andalusíes. El andalusismo es una tercera identidad. Una identidad que unía la pertenencia a la tierra con la pertenencia a unos orígenes lejanos. Unía la identidad del clima y las tradiciones a la de la religión. ¿Es la religión parte de la identidad también? No en su significado litúrgico, pero sí en su profundidad cultural. Pienso que los castellanos, aragoneses o valencianos no echaron a los árabes el día de su expulsión, sino que echaron a castellanos, aragoneses o valencianos como ellos. Se echaron a sí mismos. La andalusí, como cualquier identidad, se compone de lengua, cultura y raíces. La andalusí es como un saco que suma en su profundidad religión musulmana, lengua española y mezcla de dos culturas.».

Pag 120 . La fortaleza de polvo

 En las últimas semanas se ha publicado un estudio que anunció como primicia un hecho sabido por cualquier historiador o arabista: la huella genética dejada por los árabes y bereberes en España es mínima. Historiadores y arabistas indicaron este hecho cuando Jesús García Royo, concejal de Vox del municipio aragonés de Cadrete y primer teniente de alcalde, ordenó la retirada de la estatua de Abderramán III de la plaza de Aragón. Los expertos recordaron que el primer califa de Al-Ándalus, de madre vascona, era más hispano que los propios reyes visigodos.

Pero esto no va del porcentaje de sangre hispana o extranjera que tengamos nosotros o uno de los reyes más importantes de nuestra historia. Esto va de un legado cultural que nunca se nos ha enseñado a entender como propio. Porque, por mucho que apreciemos y admiremos los reinos musulmanes de la España medieval (ya fueran árabes o bereberes) nunca sentiremos que fueron realmente nuestros reinos, sino territorios dominados por gobernantes extranjeros a los que tarde o temprano echamos. Quizás, algún día, veremos a la taifa de Sevilla o al reino nazarí de Granada como reinos tan españoles como el de Castilla o el de Aragón que, en un momento dado, fueron conquistados por otros reinos con una religión distinta que terminó prevaleciendo.

Fragmentos de la novela La fortaleza de polvo, de Ahmad Abdulatif.

Traducir del árabe junto a Ahmad

Covadonga firmando un ejemplar de La Fortaleza de Polvo

Quién se habría imaginado que, unos años después, yo estaría traduciendo y publicando esa misma novela que Ahmad escribía entre clases y viajes.

Lo he comentado en las presentaciones, pero lo repito una vez más: me alegra mucho que “La fortaleza de polvo” sea la primera novela que he traducido entera y publicado. Me alegra porque es una novela de Ahmad, a quien valoro y aprecio tanto como amigo como escritor. Pero, sobre todo, me alegra porque he tenido la oportunidad de trabajar con él y la experiencia ha sido más que positiva para mí.

Una traducción es siempre una adaptación y no todos los autores llevan bien que su obra se modifique. La ventaja de la traducción es que, por lo general, no te arriesgas a tener al autor del original clamando por el desastre en el que has convertido su obra ya que no suelen conocer la lengua de llegada, solo la de partida. En mi caso, yo no contaba con ese hándicap porque Ahmad habla y lee perfectamente español, pero eso no solo no me preocupaba, sino que era un alivio para mí.

“¿Qué mejor crítico para una traducción que el autor del original?”, pensaba.

Desde el principio, Ahmad insistió en que la traducción era mi obra propia y que él no tenía ninguna autoridad sobre ella. Imagino que su actitud abierta y humilde tiene mucho que ver con el hecho de que él mismo es traductor (en su caso del español al árabe) y, a diferencia del resto de escritores con los que no compartimos profesión, es muy consciente de las dificultades y peculiaridades que tiene traducir una novela. Aún así, se prestó a ayudarme y resolver todas las dudas que tenía.

Las primeras dudas eran de vocabulario, pero pronto surgieron los verdaderos problemas, las cuestiones a las que les di vueltas durante días y días. Dudas sobre personajes históricos mencionados en la novela, sobre sucesos, sobre costumbres que un lector no árabe no entendería… ¿Cómo transmitirle al público español la información que el público árabe recibe al leer el nombre del maestro sufí Ahmad ibn Ata Allah? ¿Cómo explicar algo tan básico para un árabe como su propio sistema patronímico?

Otra de las cuestiones que más me preocupaba era el estilo. Aquellos que hayan leído “La fortaleza de polvo” sabrán que Ahmad escribe con un estilo tan particular como trabajado y me preocupaba especialmente ser capaz de trasladarlo a la traducción. Le pregunté en varias ocasiones qué opinaba sobre el estilo, cómo veía la traducción, si quería cambiar algo, y su respuesta siempre era la misma: “La traducción es tu obra, no la mía, y yo no puedo meterme en ella”. Al final, después de insistirle un poco, me decía que el estilo estaba bien captado y que no me preocupase por ello, ya que no había nada que cambiar.

Por todo esto, traducir “La fortaleza de polvo” y trabajar con Ahmad ha sido una gran alegría para mí. No creo que la mayoría de los traductores hayan tenido la oportunidad de colaborar con un autor tan amable y dispuesto a ayudar como yo y sé que en futuras ocasiones mi experiencia será muy distinta a esta, así que, por todo esto:

¡ Muchas gracias, Ahmad!

Todos los enlaces de La Fortaleza de Polvo

Enlaces de la Fortaleza de polvo

No queríamos que siguieras sufriendo por no poder acceder a los enlaces que aparecen en el libro mientras llevas a cabo su lectura. Abre esta entrada en tu móvil , tablet u ordenador y aquí están todos.

Capítulo 9: Si mi falta fue amarte, mi señor, entonces todas las noches son pecados para los amantes.

Si mi falta fue amarte, mi señor, entonces todas las noches son pecados para los amantes. (Título original: إذا كان ذنبى أن حبك سيدى فكل ليالى العاشقين ذنوب). La cantante libanesa Fairuz, leyenda viva de la música árabe y una de las artistas más queridas del mundo árabe, pone voz a uno de los poemas del poeta Al-Sima al-Qashiri (m. 714), conocido por su amor frustrado hacia una joven de su tribu a la que casaron con otro hombre. La música es de los hermanos Rahbani, colaboradores habituales de Fairuz.

Capítulo 22: Si hubieras sabido el pesar que sufro, habrías sido el más tolerante y el más doliente.

Lloro y río sin tristeza ni felicidad (Título original: يبكي ويضحك لا حزناً ولا فرحاً). En esta ocasión, la cantante Fairuz y los hermanos Rahbani ponen voz y música a un poema del poeta libanés Bushara al-Juri (Beirut, 1885-Beirut, 1968), conocido por los sobrenombres «El pequeño Ajtal» (en referencia al gran poeta árabe Al-Ajtal al-Taglibi, quien vivió entre los siglos vii y viii), «El poeta del amor y la pasión» y «El poeta de la juventud y la belleza».

Capítulo 49: Mi agua es perlas fundidas

Poema cantado de Ibn Zamrak (Granada, 1333-Granada, 1394), poeta y político andalusí. A pesar de sus humildes orígenes llegó a ser secretario privado de Muhammad V de Granada y poeta de la corte. Fue famoso por sus moaxajas (poemas estróficos, con versos más cortos que los de las poesías árabes clásicas, rimas cambiantes y mezcla de idiomas). Sus versos decoran la Alhambra.

Capítulo 50: El amor sufí

El amor sufí. (Título original: العشق الصوفى). Música sufí de los hermanos Rao (Pakistán). La música es una parte importante dentro de muchas de las actividades que realizan los sufíes con el fin de acercarse más a Dios, sobre todo en la danza.

Capítulo 53: El valle de la orden

El valle de la orden. (Título original: وادي الطلب). Nidá Abu Murad (Túnez, 1959) es un músico y doctor en Ciencias de la Música. Entre sus mayores inspiraciones y los temas centrales de sus composiciones está el sufismo.

Capítulo 62: El cardador de algodón

El cardador de algodón. (Título original: الحلاج). Zafer Yussef (Teboulba, 1967) es un cantante, músico de laúd y compositor tunecino conocido por fusionar la música sufí y la qawwali (música sufí de Pakistán y la India) con el jazz y la música electrónica. Esta canción pertenece a su disco Electric Sufi y lleva el nombre del místico Abu Abdallah Husain bin Mansur (Al-Bayda, 858-Bagdad, 922), conocido como al-Halash o «el cardador». Comenzó una nueva etapa en la mística islámica al acercarla a la gente común; fue encarcelado y ahorcado por sus ideas.